Oficial de húsares de Arlabán, 1835
CABALLERÍA CARLISTA
Zumalacárregui se preocupó de ir creando un pequeño cuerpo de caballería, al que fue adiestrando en el uso de lanza hasta que en septiembre de 1834 hizo uso de él en Viana.
El liberal Carondelet contaba con 300 jinetes de la Guardia Real cuando fue atacado por 200 Lanceros de Navarra con el propio jefe carlista a la cabeza. Tras dos violentas cargas pusieron en fuga a un grupo de élite de la caballería liberal, que tuvo que refugiarse en la vecina ciudad de Logroño.
Uno de los más brillantes responsables de la caballería carlista fue Carlos O’Donell. Henninseng afirma que hasta su llegada los Lanceros de Navarra eran “casi tan indisciplinados e ignorantes de todas las evoluciones militares como una horda de beduinos”. Sin embargo cuando O’Donell murió, en mayo de 1835, este regimiento estaba perfectamente equipado y disciplinado y tan capaz de maniobrar como el mejor del ejército de la reina.
La caballería carlista nunca llegó ha tener un gran peso en el escenario vasco. Ni la geografía, ni la tradición ayudaban mucho a ello. A pesar de ello se organizaron varios escuadrones y regimientos además de los Lanceros de Navarra. Los alaveses aportaban los Húsares de Arlabán y también se formó un Escuadrón Guipuzcoano. Hubo muchos escuadrones castellanos, sobre todo en la fase de las Expediciones, entre ellos destacaron el Príncipe, que escoltaba a Maroto cuando era el general en jefe, el Princesa, antiguo escuadrón cántabro y los Húsares de Ontoria, creados por Balmaseda.
La dura situación del ejército carlista y la dificultad de conseguir caballos la ilustra el hecho de que dentro del cuerpo de caballería había dos compañías de “desmontados”, que se encargaban del servicio de guardacostas.
La fase de las Expediciones por la península fue la que correspondió al mayor protagonismo de la caballería carlista. Este cuerpo era imprescindible para maniobrar con eficacia en las llanuras de la meseta. En mayo de 1837 alrededor de 1.200 jinetes partieron con el pretendiente en la llamada Expedición Real. El fracaso de este esfuerzo, a pesar de no sufrir ninguna derrota relevante, supondrá el final de este tipo de proyectos y, por consiguiente, el del protagonismo de este cuerpo militar